Siete tipos de inteligencia política

Guadalupe Robles

1.- Inteligencia práctica. La política se aprende haciendo política, decían nuestros mayores. También se dice que la práctica hace al maestro. La política da lecciones a quienes la practican o la ejercen. Enseñanzas que surgen de la contradicción. De la dulzura del fracaso o de la amargura que a veces hereda la victoria. No hay reglas exclusivas. La política suele ser un traje diseñado para cada político. La experiencia que sirve a algunos no necesariamente sirve a todos.

  1. Inteligencia teórica. Las ideas nunca están demás. Idealmente, todo político debería tener una base teórica para gobernar. Estudiar las sociedades para encontrar los patrones de conducta que repiten políticos y sociedades a través de la historia, como lo hizo Maquiavelo. Pobre del político que desprecie la teoría. Podría ser un mantenido de las ideas de otros. Finalmente, nada más teórico que lo práctico, ni nada más práctico que lo teórico.
  2. Inteligencia empírica. Todo político debe conocer la calle. Las desavenencias humanas que se dan en los barrios, los mercados y los partidos de futbol. Conocer el lenguaje de los dobles sentidos. Los refranes populares, la comida de las fondas y los tragos de las cantinas. Caminar por el mundo de los ciudadanos. Por eso, un político que se creó en pañales de seda siempre será un político incompleto.
  3. Inteligencia emocional. El buen político debe saber gobernar sus emociones. Y a su boca, sobre todo. Un político que se enciende a la primera cometerá errores e imprudencias que le marcarán para siempre. ¡No! No tiene carácter el político que se enoja fácilmente y vocifera. No tiene carácter quien amenaza y grita al que se le pone enfrente. El carácter consiste en tener paciencia y prudencia ante los necios.
  4. Inteligencia estratégica. Un buen político debe ir adelante de los acontecimientos. Ver hacia el futuro inmediato lo que otros no están viendo desde la rutina. El político tiene que huir de los lugares comunes. Salirse de lo que todos dicen y esperan. Tener olfato para el acontecimiento futuro. Desprenderse del rebaño de la opinión pública.
  5. Inteligencia comunicativa. La política es antes que nada comunicación. Estamos en la época del abuso comunicativo: la reducción de la política al mero discurso de la polarización. De la controversia por sí misma. No se busca confrontar ideas o tesis. Es el mero acto afilar verbo pendenciero. De la declaración estridente que nutre el pleito político para deleite de la red. El político práctico dice lo que quiere oír la gente.
  6. Inteligencia victimista. Esta inteligencia no es ética, pero funciona. Es la reina de la evasión. Del reparto de culpas, siempre hacia otros. Es una mentalidad cómoda, para no asumir los problemas y sus responsabilidades. Para ganar tiempo. Todo político es un actor que interpreta un papel, y los políticos populistas, bien que saben interpretar el papel de víctimas. Víctimas de los ataques, complots y maledicencias de otros. El victimismo político es uno de los males de nuestro tiempo.

Por elpiripituchi

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