Sergio Sarmiento
Después de varios años de ausencia en el gobierno del peronista Alberto Fernández, Argentina está de regreso en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, con una presencia de alto nivel. Participan no solo el ministro de Economía Luis Caputo, la ministra de Relaciones Exteriores Diana Mondino y el jefe de Gabinete Nicolás Posse, sino el propio presidente Javier Milei. El nuevo mandatario argentino tratará de explicar a políticos y empresarios del mundo que su gobierno, lejos de ser expresión de una ideología extremista, busca realmente echar a andar a Argentina después de décadas de mala administración.
Milei no es el único gobernante que se presentará esta semana en la máxima cumbre privada del mundo. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Gustavo Petro, presidente de Colombia; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Kyriakos Mitsotakis, primer ministro de Grecia; António Guterres, secretario general de la ONU; Leo Varadkar, taoiseach de Irlanda; William Samuel Ruto, presidente de Kenia; Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos; Bola Ahmed Tinubu, presidente de Nigeria; Li Qiang, primer ministro de China; Han Duck-soo, primer ministro de la República de Corea; Pedro Sánchez, presidente del gobierno español; y Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, son algunos de los participantes.
No es el caso de México. Como es costumbre desde que López Obrador asumió el poder, no hay un solo representante del gobierno federal, ni siquiera el secretario de Hacienda. AMLO se aferra a la idea de que el aislamiento internacional es una virtud. Vienen esta vez, sin embargo, tres gobernadores, Marina del Pilar Ávila de Baja California, Alfonso Durazo de Sonora y Mauricio Vila de Yucatán, junto con un puñado de empresarios y periodistas, además de activistas reconocidos por el Foro por su labor social, como Saskia Niño de Rivera de Reinserta.
El tema principal, “Reconstruir la confianza”, o los programas de debate que se estructuran en torno a algunas ideas, como la cooperación en un mundo fracturado, la creación de empleos, la inteligencia artificial o el cambio climático, no son realmente la razón que reúne cada año a más de 2,500 políticos, empresarios, académicos, artistas y periodistas en este pequeño pueblo de los Alpes Suizos. La posibilidad de tener encuentros con colegas de todo el mundo es una razón; en unos cuantos días en Davos pueden lograrse discusiones personales que costarían semanas de viajes en otras circunstancias. El networking, conocer a personas excepcionales, es otra.
Fundado en 1971 por Klaus Schwab, un profesor de negocios, como un encuentro de debate sobre la economía y la sociedad, el WEF ha tenido un desarrollo que ha superado los sueños más extravagantes del fundador. No es un foro con capacidad de decisión, pero sí de deliberación. Son muchas las iniciativas que se han lanzado desde aquí. En 1990, por ejemplo, se realizaron en Davos los primeros intercambios de ideas para la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, paso crucial en un proceso de apertura para México que ni siquiera López Obrador ha querido cerrar.
Este año dos presidentes representan a Iberoamérica, el izquierdista Petro y el derechista Milei. Ambos están conscientes de la importancia de establecer contactos con los principales empresarios y políticos del mundo. La ausencia reiterada de López Obrador habla, en cambio, de su filosofía aislacionista, aunque la presencia de dos gobernadores de Morena señala que hay en la 4T quienes entienden la importancia de la relación con el mundo. Esto ofrece un toque de optimismo para el futuro de México.
Visión de país
AMLO no asistirá tampoco a la conmemoración de la Constitución el 5 de febrero en Querétaro. Desde Palacio Nacional lanzará ese día sus iniciativas para enmendar la Constitución y consolidar la concentración del poder. Nada refleja con mayor claridad su visión del futuro de México.
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