
Sergio Sarmiento
Donald Trump prometió “hacer grande a Estados Unidos otra vez”. A tres meses de haber heredado una economía sólida y en rápido crecimiento, sin embargo, ha destruido billones de dólares de capital en los mercados financieros. Solo está empobreciendo a su nación.
Antes del inicio de este gobierno, en enero, el Fondo Monetario Internacional calculaba que la Unión Americana crecería este año 2.7 por ciento, contra 3.3 de la economía mundial y 1.9 de los países más desarrollados. Ayer, el FMI presentó cifras mucho más bajas. La economía estadounidense se expandirá ya solo 1.8 por ciento, el mundo 2.8 y las economías avanzadas 1.4. Esto es consecuencia directa de las políticas de Trump y, en particular, de sus amenazas de imponer aranceles a todo el mundo.
El Fondo está siendo optimista. Muchas otras instituciones de análisis económico se muestran bastante más pesimistas. El 15 de abril, el banco JP Morgan elevó la posibilidad de una recesión en la Unión Americana de 40 a 60 por ciento. Las amenazas de aranceles han contribuido de manera significativa a este deterioro; pero más que los simples aranceles, el problema surge de la incertidumbre provocada por los vaivenes en las decisiones de Trump.
Los instrumentos que el presidente quiere usar para “hacer grande” a Estados Unidos son los aranceles, pero estos son impuestos, y los impuestos no construyen prosperidad, sino que la destruyen. Además, son particularmente dañinos, porque no solamente elevan los precios, sino que rompen las cadenas naturales de producción, lo cual disminuye la productividad y genera ineficiencias y costos adicionales para todos.
Trump afirma que quiere cobrar aranceles para eliminar el déficit comercial de Estados Unidos, pero los aranceles por sí solos no pueden lograrlo. El déficit comercial es en parte consecuencia del déficit de presupuesto del gobierno, que Trump no está remediando, pero también del éxito de la economía estadounidense para dar a sus habitantes más recursos para consumir que los de otros países. La manera más fácil en que Trump podría eliminar el déficit comercial sería provocar una recesión que reduzca el poder de compra de los estadounidenses, esto es, que los empobrezca; pero, aunque parece una locura, da la impresión de que esto es exactamente lo que el presidente está tratando de conseguir con sus insistentes amenazas de aranceles.
Estados Unidos tiene un déficit comercial, es cierto, el cual se compensa parcialmente con un superávit en la balanza de servicios, producto de los servicios que venden sus empresas de alta tecnología, como Google o Amazon, que generan empleos mucho mejor pagados que los de las manufacturas que Trump quiere traer de China u otros países. Además, el país registra un superávit en la balanza de capitales, que es en parte dinero de empresarios que invierten en instalaciones productivas en Estados Unidos, pero también financiamiento del déficit de presupuesto y de la deuda pública que este genera. Muchos de estos recursos se usan para comprar bonos del Tesoro. Actualmente Washington tiene una deuda pública de 36 billones de dólares, la cual aumentó 1.8 billones de dólares nada más en el año fiscal 2024. De ese total, unos 8.5 billones de dólares se encuentran en bonos comprados por extranjeros.
El problema es que Trump no entiende cómo funcionan ni los aranceles ni la economía. Toma medidas sin saber lo que está haciendo. Hace tres meses asumió el control de la economía más grande del mundo, y una de las más prósperas, cuando estaba creciendo a una tasa mayor que la de cualquier país desarrollado. Ahora está a punto de empujar esa economía a una recesión.
Instituciónes
No son solo los aranceles. Trump quiere mandar al diablo las instituciones de Estados Unidos. Está tratando de destruir la independencia de la Fed (el banco central) y de los tribunales, la autonomía de las universidades y la libertad de los medios de comunicación. Si tiene éxito, EU será un país mucho menos libre.
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ABR 23 2025