Entre Veredas

Marco Antonio Lizárraga

“No todo error debe calificarse de necedad”, Cicerón

MODERNIDAD

La política, como ejercicio de poder y transformación social, encuentra en las obras públicas un poderoso instrumento de legitimación.

El reciente acto de apertura del puente elevado sobre el libramiento Luis Donaldo Colosio en Mazatlán no solo representa una respuesta a una demanda histórica de la ciudadanía, sino también un momento simbólico en el relato político del gobernador Rubén Rocha Moya.

La obra, con una inversión de 233.8 millones de pesos, no es menor ni en términos financieros ni estratégicos.

El puente tiene una función práctica, claro está: reducir embotellamientos, mejorar la conectividad urbana y elevar la calidad de vida de los habitantes del sur de Mazatlán.

Sin embargo, más allá del concreto y el acero, se construye algo más: un capital político que busca trascender hacia la narrativa del cumplimiento, la transformación y el compromiso con la Cuarta Transformación.

Rocha Moya, acompañado de su equipo cercano y de figuras clave del gabinete y el Congreso local, no dejó pasar la oportunidad de vincular esta inauguración con su palabra empeñada en campaña.

En tiempos donde la confianza en la clase política se tambalea, el acto de cumplir promesas cobra un valor sustancial.

No es casual que la apertura se diera justo antes de Semana Santa, un momento de alta movilidad y visibilidad mediática; ni que se subrayara el impacto directo en los sectores populares, cuya movilidad ha estado históricamente marginada de la planeación urbana.

Es importante destacar la labor del Secretario de Obras Públicas, Raúl Francisco Montero Zamudio, quien pese a las adversidades técnicas, logísticas y de coordinación, logró encabezar con eficacia la culminación de esta obra prioritaria.

Bajo su dirección, y con el respaldo del gobernador Rocha, se garantizó que el puente Colosio quedara operativamente funcional en tiempo clave, permitiendo su apertura al tránsito vehicular antes del inicio del periodo vacacional, beneficiando a miles de ciudadanos.

Su gestión técnica ha sido un factor determinante para convertir este proyecto en una realidad tangible.

El puente no es una obra aislada, sino parte de una estrategia más amplia de infraestructura que se inserta, además, en el discurso federal: se le vincula al “Plan México” impulsado por Claudia Sheinbaum, lo cual sugiere una alineación programática y política de los gobiernos estatal y federal.

Así, Rocha se coloca no solo como ejecutor local, sino como parte activa de un proyecto nacional. Y ese matiz no es menor, en un contexto donde las lealtades políticas se están redefiniendo de cara a los próximos años.

Otro elemento interesante del acto es la presencia de figuras como Teresa Guerra presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado y Feliciano Castro secretario general de Gobierno, operadores políticos con peso específico en la estructura de poder en Sinaloa.

Su inclusión en el evento subraya la intención de mostrar cohesión en el equipo de gobierno, en momentos donde la unidad interna del proyecto es tan importante como su ejecución externa.

Mazatlán, como polo turístico y económico, demanda soluciones integrales de movilidad. Pero también, como ciudad simbólica en la geografía política del estado, requiere actos que refuercen la imagen del gobierno en turno.

El puente Colosio es ambos: respuesta a una necesidad real y mensaje político con destinatarios múltiples.

En resumen, la inauguración de esta obra vial debe leerse no solo como la entrega de una infraestructura clave, sino como un episodio dentro de una narrativa más amplia: la del gobernador que cumple, que ejecuta, y que se proyecta como constructor de un Sinaloa moderno y alineado con el proyecto nacional de transformación.

Y también, la del secretario Montero Zamudio, quien demuestra que, con dirección técnica y voluntad política, hasta los retos más complejos pueden ser superados.

NUEVOS AIRES

La llegada de César Emiliano Gerardo Lugo y Liliana Angélica Cárdenas Valenzuela a la dirigencia estatal del PRI en Sinaloa marca el inicio de una etapa que, aunque desafiante, podría convertirse en la bocanada de aire fresco que el priismo necesitaba con urgencia.

Después de años de tropiezos internos, fugas de militantes y una notoria desconexión con la base, el partido parece encontrar una ruta de reconciliación con su historia, sus ideales y, sobre todo, con la gente.

La etapa anterior fue tensa, cargada de decisiones que lastimaron a sectores importantes de la militancia. Hubo reclamos legítimos, inconformidades que no encontraron eco y un evidente distanciamiento entre la dirigencia y la estructura territorial. Pero eso, precisamente, da mayor valor al momento actual: es una oportunidad para reconstruir desde la humildad y el compromiso genuino.

César Emiliano y Liliana no llegan con varita mágica ni con promesas vacías. Llegan con una tarea clara: reorganizar el partido, fortalecer la identidad priista y devolverle a las bases el protagonismo que les fue negado.

Es un reto mayúsculo, pero también una ocasión única para cambiar la narrativa.

Este relevo en la dirigencia no puede ser visto como un simple cambio de nombres.

Es un llamado a la unidad, a la renovación con raíces, al diálogo entre generaciones.

Si la nueva dirigencia logra abrir espacios reales para los jóvenes, para las mujeres, para los liderazgos regionales y para los militantes que nunca se fueron a pesar de todo, entonces el PRI en Sinaloa podrá volver a ser competitivo.

Las elecciones que vienen serán el primer gran termómetro, pero la verdadera prueba estará en el trabajo de tierra, en la construcción diaria, en la cercanía con los problemas reales de los sinaloenses.

Si el PRI logra escucharlos, representarlos y hablar su lenguaje, entonces el priismo puede resurgir no como una fuerza nostálgica del pasado, sino como una alternativa con visión y propósito.

Es temprano para cantar victoria, pero ya es tiempo de tener esperanza. Y hoy, esa esperanza lleva los nombres de César y Liliana.

RESPALDO

La jornada electoral para elegir al nuevo rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) no solo fue un acto administrativo, sino una poderosa lección de participación y madurez democrática. En tiempos donde las instituciones enfrentan cuestionamientos, la comunidad universitaria ha demostrado que es posible construir procesos legítimos, abiertos y con sentido colectivo.

El reconocimiento público del diputado Rodolfo Valenzuela Sánchez no es menor. Su respaldo a la autonomía universitaria y su llamado a que este tipo de ejercicios no sean la excepción, sino la norma, tocan una fibra sensible en Sinaloa: la necesidad urgente de fortalecer espacios donde la crítica, la libertad y el diálogo sean pilares y no amenazas.

La UAS, como máxima casa de estudios, es también reflejo de lo que aspiramos como sociedad. Si en ella florece la participación libre, si se escucha a estudiantes, docentes y trabajadores, entonces hay esperanza de que esa vocación democrática permee también en otros ámbitos del estado.

Respaldar al nuevo rector no debe ser un acto pasivo. Es momento de sumar desde todos los frentes para que la universidad siga siendo un semillero de pensamiento crítico, ciencia y conciencia social. Porque, como bien dijo el legislador, cuidar la UAS es tarea de todos los sinaloenses.

Por elpiripituchi

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