Sergio Sarmiento

López Obrador se decía admirador de Benito Juárez, pero solo lo conocía por las estampitas colegiales y el santoral priista. Nunca se interesó por estudiar las políticas liberales que este defendió. De hecho, AMLO y sus seguidores, profundamente conservadores, habrían descalificado hoy a Juárez con ese adjetivo despectivo de “neoliberal” que reparten con tanta liberalidad.

Un liberal es “un partidario del liberalismo” y el liberalismo es “la doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y los poderes públicos” (Diccionario, Real Academia Española). Sí, los liberales defienden las libertades. ¡Sorpresa!
Juárez, como liberal, respaldaba las libertades personales, el libre comercio, la propiedad privada, la inversión privada y la separación de Iglesia y Estado. Fue católico siempre, pero no aceptaba que la Iglesia impusiera sus reglas a toda la población. Admiraba las instituciones de Estados Unidos y no las monarquías europeas. Era un firme defensor de la ley, al contrario de los gobernantes autoritarios que piensan que los jueces no deben salir “con el cuento de que la ley es la ley”. Rechazaba el gobierno de ocurrencias: “No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes”. La frase que más cita López Obrador al hablar de Juárez es apócrifa: “A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”. No hay registro de que Juárez haya pronunciado o escrito esta frase que se contrapone a su filosofía liberal.
En la mitología oficial se celebra la “desamortización” de los bienes de la Iglesia, pero Juárez no solo “privatizó” los bienes de la Iglesia sino también los de las comunidades indígenas. Era un firme creyente en la propiedad privada. Consideraba que las tierras comunales indígenas, que defendían los conservadores, impedían el desarrollo económico de estas comunidades y del país.
El artículo 27 de la constitución liberal de 1857 no establecía ningún límite a la propiedad privada, solo señalaba que esta no podía ser ocupada por el gobierno sin el consentimiento del dueño excepto “por causa de utilidad pública” y “previa indemnización”. Este respeto a la propiedad privada desapareció de la constitución de 1917, la cual retomó la idea conservadora de que el soberano, o la nación, es el verdadero dueño de todo y la propiedad privada solo puede existir como graciosa concesión del gobierno.
Los conservadores, como los obradoristas, consideraban que las comunidades indígenas debían ser gobernadas por usos y costumbres. Juárez rechazaba estos “abusos y costumbres”, en palabras de Eufrosina Cruz, y sostenía que los indígenas tenían la capacidad de prosperar por sí mismos. Juárez habría rechazado la idea de los conservadores de la 4T de que debe haber leyes especiales para los indígenas. En educación, no aceptaba una instrucción especial para los indígenas, como en la “nueva escuela mexicana”, sino la misma instrucción exigente para todos.
Juárez habría aplaudido la frase “Prohibido prohibir”, pero habría rechazado las prohibiciones de López Obrador al vapeo, el maíz transgénico o el fracking. Creía en los avances científicos y habría cuestionado estas prohibiciones basadas en prejuicios.
Es positivo que hoy festejemos a Juárez, pero hay que celebrarlo como liberal, como un hombre comprometido con las libertades individuales, la propiedad privada y la primacía de la ley sobre las ocurrencias caprichosas del gobernante.
Extorsión

A pesar de que el gobierno canceló la Ley del ISSSTE para quedar bien con la CNTE, ayer sus activistas desquiciaron la Ciudad de México. Nuestro gobierno prefiere entregar recursos públicos a los corruptos que lo extorsionan que defender a los gobernados.
www.sergiosarmiento.com

MAR 21 2025

Por elpiripituchi

Fundador y Creador del Sitio