
Guadalupe Robles
- El político prudente. El político debe ser un ejemplo de comportamiento público. Al menos guardar las reglas básicas de cortesía. Saludar de frente y cortésmente a los empleados del restaurante. Tratar bien a quien le sirve y no excederse en sus exigencias al momento de ordenar los platillos. Dar las gracias y ser amable. Cuidar las formas. Actuar con elegancia y con prudencia. 2. El político prepotente. Nunca falta el político que se cree un ser superior. Que debe ser atendido como alguien muy especial. Es el político que da órdenes a los meseros como si fueran sus empleados. Que les trata mal y es nada cortés al momento de escoger su menú. Generalmente devuelve los platillos sin justificación alguna o porque no le gustó la presentación o el sabor. Nadie le quiere en el restaurante.
- El político con secretarios. Es el político que siempre trae una legión de secretarios, a quienes tiene en otra mesa atentos a lo que se le ofrezca, o simplemente los tiene afuera del restaurante solo esperándole. Así se siente poderoso. Ostentoso de su poder. Le gusta hacer ver que tiene varios empleados a su disposición sólo para sus asuntos personales.
- El político impaciente. Es el que cree que el restaurante está a su disposición. Siempre tiene prisa y con desprecio se lo hace saber a quienes le atienden. Frecuentemente está preguntando si está lista su orden. Se queja que ya ha demorado bastante. Dice que su tiempo es oro y no está para perder el tiempo. Como si los demás, al tener paciencia, lo estuvieran perdiendo.
- El político retirado. Es el que más tiempo pasa en su mesa. Gusta contar sus glorias idas. Cuenta con nostalgia repetidamente sus historias. Lo importante que fue en otro tiempo. Es de los clientes más frecuentes. Todos le conocen. Y dicen que ha cambiado mucho. Que antes, cuando tenía poder, no se comportaba con la paciencia y educación con que lo hace ahora.
- El político exhibicionista. Es el que siempre busca exhibir su poder y sus atuendos. Usa trajes y relojes caros. Pide siempre la mejor mesa y la más visible. Quiere que lo vean y lo saluden. Se perfuma de más y la ostentación de su vestimenta ralla en el mal gusto. Su risa es una carcajada estruendosa. Quiere con ella, hacer ver que está ahí y que no puede pasar desapercibido.
- El político tacaño. Es el más exigente. Quiere lo mejor, y siempre se está quejando de los precios. Exige un servicio eficaz y veloz. Quiere siempre que le atiendan todos sus caprichos. Pero a la hora de la propina, su aportación es muy pobre. Busca siempre que otro pague la cuenta.