Agenda261224
Agenda Política
¡Mi Hermano “Cayo”!
…Y el Rey Pelé.
Jorge Luis Telles Salazar
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Aquella infausta mañana, me desperté con la noticia de la muerte de “Pelé”, para mi el mejor futbolista de la historia alrededor del mundo.
Qué Messi.
Qué Maradona.
¡Ni que niño muerto!
Edson Arantes Do Nascimento jugó cuatro mundiales y resultó campeón, con Brasil, en tres de ellos; el último, el de México-70, que termino por confirmar el sentimiento pro brasileiro de la inmensa mayoría de los mexicanos. Pelé, que se retiró unilateralmente de la “verde amarella” a los 29 años de edad, bien pudo haber participado en por lo menos dos mundiales más y a lo mejor ganar otro, por lo bajito, lo que lo hubiese convertido en una figura inalcanzable, que ya de por si lo es, con todo y la estúpida polémica en torno a quien es el mejor de todos los tiempos.
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Diciembre 28 de 2022.
Culiacán, Sinaloa.
Todavía con remanentes de la pandemia en el mundo entero.
Eran las 6 de la mañana y al encender el aparato de televisión, de lo primero que me enteré fue de la muerte de Pelé, a los 81 años de edad, luego de una lucha razonablemente enconada contra una terrible y extraña enfermedad.
Los recuerdos se agolparon en mi mente, especialmente los del 70, cuando lo vimos brillar en toda su intensidad a través de las televisiones de bulbos y en blanco y negro: de cuando intentó anotar un gol desde media cancha -primera vez que veíamos algo así -; de su genialidad contra el arquero de Uruguay; de sus magistrales pases a Jair, Rivelino y Carlos Alberto; de aquel cabezazo que le detuvo Gordon Banks, en la atajada más impresionante de la historia. En fin.
Me sentí triste, confundido, deprimido.
Aún me faltaba algo más.
Infinitamente peor:
El teléfono celular -al amanecer, la hora de las malas noticias – se identificó con el nombre de Carmina, mi hermana y un ineludible presentimiento estremeció todo mi cuerpo:
-Jorge, “Cayo” acaba de morir.
Oscar Manuel, a quien todo mundo conocía como “Cayo” en Costa Rica, era el tercero de mis hermanos y con quien me unía una identificación plena en muchos sentidos. Aquí, en Culiacán, era “el ingeniero” porque era titulado en ingeniería agronómica y porque, a lo largo de sus 65 años de vida logró fabricar una buena carrera en el servicio público municipal, estatal y federal.
Apenas unas horas antes, en el marco de la fiesta navideña de “La Tellada” -los 27 de diciembre de cada año, en Costa Rica – hermanos, primos, sobrinos y nietos, habíamos orado por la recuperación de su salud, confiados en que su amor por la vida, su optimismo, su alegría permanente lo sacaría adelante.
Ya no fue posible.
Diversos problemas de salud se concatenaron para el colapso, que puso fin a su vida, todavía con muchos proyectos por cumplir.
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¿A que viene lo de Pelé?
A que mi “Hermano Cayo” también era su ferviente admirador, en medio de una población eminentemente futbolera en la que la práctica de este deporte era estrictamente necesario en todas las familias costarricenses. Muchas veces, en las inolvidables tertulias dominicales -que languidecieron con la muerte de don Jorge y se extinguieron en definitiva con el fallecimiento de doña Licha – discutimos el tema y coincidíamos inevitablemente: “ninguno como Pelé”. Trágicamente nos dejó el mismo día y casi a la misma hora en la que se fue el rey del futbol.
Sin embargo, no es este el motivo principal para su recuerdo. En estas fechas en las que las fiestas prenavideñas, navideñas y post navideñas, se pusieron en pausa por las razones que ya todos conocemos, la nostalgia me invade al evocar que “El Cayo” era prácticamente el alma de todos los eventos, no solo de los Telles Salazar, sino también de los Telles Soto, los Telles Torres, los Telles Astorga, los Ochoa Telles, los Díaz Telles y de todos en general. Imprescindible en la organización de los mismos y la chispa de la alegría en su realización. Impensable acontecimiento alguno, sin su colaboración, abierta, franca y decidida:
Diciembre 22, cumpleaños de nuestra madre.
Diciembre 23, festejo de la primada (hombres).
Diciembre 24, la cena de navidad.
Diciembre 25, el recalentado.
Diciembre 27, la convención de los Telles.
Y enero primero, el desayuno de año nuevo.
En estas fechas, contagiado por el sentimiento de mi padre -quien gozaba intensamente de la convivencia familiar -, “El Cayo” lo mismo se encargaba de los tamales del 22 (el manjar de doña Licha); que los chicharrones y las carnitas de la primada; el pavo relleno para la cena navideña; la birria para la mañana del 25 y el menudo para el día primero, sin descuidar el champurrado y mucho menos los buñuelos, viandas que se elaboraban en cantidad suficiente, como para que todos llevaran a sus respectivas casas y cubrieran así sus necesidades gastronómicas hasta el convivio del 6 de enero, inclusive. Y qué decir de su manejo del micrófono y su dominio escénico en la “Tellada”, en mancuerna con Martha Ochoa, una de las primas más dinámicas de la familia.
Con el “Cayo” vivo, todavía nos quedaba un hálito para disfrutar, aunque fuese únicamente de los recuerdos de las fiestas navideñas. Ahora que él se fue, hace dos años, todo terminó y aquello acabó, posiblemente para siempre. Lo llevo en mi corazón y lamentaré siempre no haberme despedido personalmente de él, en la intimidad de su frio pabellón de hospital, como me lo había solicitado, bajo el presentimiento de su inevitable final.
El ”Cayo”, el padre de tres hijos que eran su orgullo; el servidor público municipal, como sindico de Costa Rica -primero electo por la vía del voto –, regidor del ayuntamiento de Culiacán, director del parque “Culiacán-87”, jefe departamental en JAPAC; el funcionario federal, como extensionista en la desaparecida SAGARPA y el funcionario estatal, como subcoordinador de giras del gobernador Jesús Aguilar Padilla y subdirector de Inspección y Reglamentos, al lado de su gran amigo y compadre Jesús Higuera Laura.
El “Cayo”, el hombre que vivió la vida con intensidad y que fue feliz a su manera; apreciado por propios y extraños; ampliamente conocido en todos los rincones del pueblo, practicante y amante de los deportes; apasionado de los vaivenes de la politica regional y con un corazón que no le cabía en el pecho y que se detuvo esa mañana del 28 de diciembre de 2022, cuando los primeros rayos del sol le ganaban la batalla a la penumbra de la noche.
Descansa en paz hermano “Cayo”.
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DIC 28 2024