CÓDIGO POLÍTICO – VANESSA FÉLIX
Las declaraciones de este miércoles por parte del embajador Ken Salazar generaron mucho de qué hablar y creo que habría que enumerar algunos hechos para entender por dónde va la cosa. Claudia Sheinbaum le remitió a que sus asuntos los viera en cancillería y no en medios de comunicación. Eso redujo el margen de maniobra del embajador. Estados Unidos tiene mucho que decir sobre la situación de inseguridad que se vive en México en este momento, el intervencionismo de organizaciones como la DEA o el HSI podría estar quedando evidenciado. El triunfo electoral de Donald Trump, provocaría un cambio de rieles en la embajada norteamericana en México, y Ken Salazar se siente más con un pie fuera. Donald Trump ha reconocido tener amistad con López Obrador, de quien se ha expresado como un buen hombre.
Las declaraciones surgen justo el día en que el Senado aprueba una reforma importantísima para dotar de más fuerza a la Secretaría de Seguridad Pública en materia de coordinación institucional e investigación con los diversos organismos de seguridad de los tres niveles de gobierno. Una reforma que busca llevar las tareas de inteligencia para prevenir el delito al siguiente nivel. A diferencia del gobierno mexicano cuya política ha sido buscar atender las causas, el gobierno americano elige ignorar su más que serio problema de salud por consumo de drogas, el cual provoca la muerte de más de cien mil estadounidenses al año; en cambio, prefiere voltear a ver hacia afuera y atacar a los carteles de la droga. No está mal, pero es incorrecto ignorar el problema en casa. El capitalismo norteamericano pretende resolver todo a “billetazos”, la ayuda que ofrece es económica o de intervención bélica, ninguna de las dos lleva una apuesta de fondo para atender un problema bilateral y de varias aristas (salud, seguridad y prevención).
Dicho lo anterior, es muy fácil inferir que las desafortunadas declaraciones de Ken Salazar no han sido otra cosa que politiquería demócrata. López Obrador ya no es presidente y tampoco ocupa reflectores para salir a aclarar los dichos del embajador del sombrero, cuyos disparos llevan también de remitente a su amigo Donald Trump en medio de los anuncios de su gabinete. Salazar sabe que no hay declaración en contra de México que actualmente le valga para conservar el puesto. Su único objetivo era enviar un mensaje de que el gobierno demócrata se quedó corto en los resultados en materia de seguridad bilateral, y la culpa es del expresidente mexicano, y no de la pasividad del gobierno estadounidense que a la postre trajo una dolorosa derrota electoral.
Finalmente, el propio embajador del sombrero dice tener buena expectativa de la estrategia de seguridad del gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum; un remate contradictorio en sus dichos pues la presidenta no piensa de momento, cambiar sustantivamente el plan de seguridad de López Obrador, sino fortalecerlo. Personalmente, creo que Ken Salazar ha sido un personaje que ha quedado rebasado en su encomienda por coyunturas mucho más complejas que prácticamente cualquier nombre. Es decir, muchas de las situaciones no han sido culpa de él, pero sí ha sido un diplomático muy dado a declaraciones