José de Victoria
Dios los hace y ellos se junta:
Reza un refrán popular.
Carlos Marín es un periodista fementido, quien como tantos que le vendieron su alma al neoliberalismo; ahora se dedica a golpear sistemáticamente a los gobiernos de la Cuarta Transformación y a todo lo que de ella emane.
Carlos Marín, a estas alturas de su carrera de comunicador, igual que a todos los adoradores de Carlos Salinas de Gortari, ya nadie les compra sus mentiras y, para aquellos que se presentan en sus programas, en calidad de entrevistados, significa el descredito y nos revela que ya no tienen cabida en otros espacios.
Dicho sea de paso, para dejar aclarado, que el programa de Carlos Marín de Milenio TV:
Se alimenta con personajes de la carroña ideológica, sacados del basurero de la historia y de las cañerías de la vieja política conservadora.
Es de ahí de ese inframundo de cadáveres políticos; de donde ha sacado a Labastida para entrevistarlo.
Francisco Labastida Ochoa es un personaje decadente y frustrado, que se formó en el núcleo perverso del neoliberalismo colaboracionista, proclive a los intereses norteamericanos; vivió al amparo de los vende patrias y fue abyecto cortesano de un régimen que imponía a sus allegados la sumisión humana, en el grado vil de la depravación.
Labastida encarna al típico priista, al priista perfecto:
Falso, farolón y traidor; hipócrita por naturaleza y muy corrupto; es un perdedor a quien la amargura sistemática, ni los años le pudieron quitar lo cretino:
Mira que atreverse a escribir un libro para justificarse; la verdad es que luce patético hablando de violencia y narcotráfico:
Él, que fue un gobernador pelele y blandengue.
Él, que fue un metropolizado, él, que aspiraba a más, pero que para desgracia de los sinaloenses; fue enviado por Miguel De la Madrid a gobernar Sinaloa; donde, la verdad sea dicha, quedó a deber y dejó constancia de que no estaba hecho para una tarea de éste tamaño; porque el gobierno de Sinaloa le quedó bastante grande.
Francisco Labastida forma parte de ese museo de políticos momificados; que nos ilustran muy bien los tiempos idos, cuando todavía nos gobernaba la resaca de la borrachera priista; en la que reinaban los cachorros de la postrevolución, sobre una corte de políticos señoritingos:
Los “pirrurris” de una clase política dominada por mujerujos.
Todavía resuenan las carcajadas de los millonarios en Cancún, que nos recuerda la insultante corrupción del negro Durazo y su Partenón.
La debacle económica del sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado con la devaluación del peso hasta dos mil ochocientos por ciento.
Y el sexenio de Salinas de Gortari, el desmantelador de la república, que le quitó tres ceros al peso, que terminó mandando matar al candidato Luis Donaldo Colosio; y que en sus noches de pesadillas calenturientas, víctima de sus fantasmas, puso en la presidencia de la República a Ernesto Zedillo Ponce de León, el más mediocre y pusilánime de sus secretarios… de quién Labastida fue su preferido.
Sí, él mismo Labastida y su amargura política, que revela el despecho de haber sido y el dolor de ya no ser:
Nos recuerda el escándalo del Pemex-gate y la campaña política más mediocre por la Presidencia de la República… y así quiere que le compremos su traición sistemática…