JORGE LUIS TELLES SALAZAR
Palco Premier
Fernando Valenzuela,
Grande entre los Grandes
Del beisbol mexicano
= Figura emblemática en Dodgers de los Angeles
= Premio Cy Young y Novato del Año en 1981
= Ganador en la Serie Mundial contra Yankees
= Autor de un juego sin hit ni carrera en 1990
= Descanse en paz el “Toro de Echohuaquila”
Jorge Luis Telles Salazar
Junio 29 de 1990.
Los Ángeles, California.- Fernando Valenzuela está anunciado para lanzar esta noche frente a los Cardenales de San Luis. Y al conjuro de su nombre, 40 mil aficionados se dan cita en Dodger Stadium, rumbo a las montañas, en lo que era la comunidad de Chávez Ravine, al Oriente de la imponente urbe angelina.
Valenzuela está por iniciar sus tiros de calentamiento; pero se demora unos minutos, por seguir, a través de la televisión, el encuentro entre Atléticos de Oakland y Azulejos de Toronto, donde lanza su ex compañero Dave Stewart, quien está muy cerca de consumar un “sin hit ni carrera”. Junto a Fernando, observan el partido los titulares del equipo, así como los cronistas deportivas encargados de la cobertura del encuentro, aquí en esta ciudad.
Stewart termina por redondear el doble cero y solo hasta entonces Valenzuela comienza a caminar hacia la zona de bull pen; pero antes se dirige a periodistas y coequiperos a quienes vaticina:
-Hemos presenciado un sin hit ni carrera por televisión; ahora verán uno en vivo, en este estadio.
Ese 1990 no es precisamente el mejor año del sonorense en Grandes Ligas y es ya, de hecho, su última temporada con Dodgers de los Ángeles; pero Fernando todavía derrocha calidad y lo demuestra al cumplir el vaticinio a sus compañeros: sin hit ni carrera, su único doble cero en el mejor beisbol del mundo.
Un “no hit no run” dramático, angustioso; pero que la fiel afición angelina celebra como si fuese un título de Serie Mundial.
En efecto, llega la novena entrada y para entonces ya seis bateadores se le han embasado a Valenzuela: tres de ellos por claros errores de su defensiva y tres más por transferencia. Lanzar más de 120 pitcheos por juego era típico en Fernando, quien odiaba a los relevistas. Siempre quería terminar el encuentro que le había sido asignado.
Para variar tiene corredor en la primera almohada luego de un out y se enfrenta a Pedro Guerrero, pelotero a quien le une una entrañable amistad; pero, con todo y eso, el dominicano quiere romperle el doble cero a Fernando y parece lograrlo con un cepillazo que parte en dos el diamante; pero que el torpedero Juan Samuel toma en las inmediaciones de la segunda base, pisa el cojín y dobla a primera para consumar un espectacular doble pley, que estremece hasta sus cimientos el coso de los Dodgers.
Pañuelos blancos y azules flamean por todo el estadio, para rendirle tributo a Fernando Valenzuela y obsequiarle, además, una ovación que se prolonga por varios minutos, mientras Valenzuela recibe los festivos abrazos de sus compañeros y saluda cachucha en alto a los 40 mil aficionados aún presentes en el estadio. Fiesta de gran magnitud.
Pronostico cumplido: sin hit ni carrera.
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Octubre 23 de 1981.
Los Angeles, California.- Fernando Valenzuela, pitcher estelar de Dodgers de los Ángeles, se enfrenta a Aurelio Rodríguez, tercera base de Yankees de Nueva York, en el tercer juego de la serie mundial de 1981, que favorece, dos victorias contra cero, a los Mulos de Manhattan. A pesar de la desventaja, más de 50 mil personas llenan “hasta las lámparas”, el Dodger Stadium.
En nuestra opinión, uno de los episodios más brillantes en la historia del beisbol mexicano: Serie mundial con dos de los beisbolistas más grandes de nuestra pelota. Y lo que es más: uno con Dodgers de los Angeles y el otro, con Yankees de Nueva York, los equipos más arraigados en el gusto de la afición de nuestro país.
Teóricamente, Valenzuela debería haber iniciado el clásico de otoño por ser el lanzador número uno del team angelino; pero no fue así porque la serie contra Expos de Montreal, por el título de la Liga Nacional, se extendió hasta el último partido y ello no daba tiempo suficiente para la recuperación del mexicano. Tenía que reservarse hasta el tercer desafío.
Ahora, el plan de Tom Lasorda consistía en abrir el séptimo juego -hipotéticamente el definitivo -, cosa que tampoco ocurrió por lo que comentaremos líneas abajo. Parecía un guion de cine armado a modo para el novato del año, el ganador del Cy Young y el pitcher que comenzó la temporada 1981 con cinco blanqueadas al hilo; pero había cosas mejores para Fernando.
En el primer turno, Valenzuela dominó a Aurelio con un elevado al jardín derecho; en el segundo, Aurelio le conectó una rola violenta por tercera base que no pudo controlar Ron Cey para lo que fue un “hit de fuerza”. En la tercera aparición, Rodriguez atizó un limpio imparable y así cerró el juego con par de indiscutibles, en cuatro viajes a la caja de bateo.
Eso, sin embargo, no era la mortificación de Fernando.
Lo que le preocupaba a Valenzuela era que, en la apertura del tercer inning ya perdía 0-4 y tenía verdaderos problemas con su comando; pero contaba con toda la confianza de Tom Lasorda, quien lo sostenía en el centro del diamante, a sangre y fuego. De haber sido Dave Roberts el manager, seguramente le hubiese aplicado la grúa en el mismo amanecer del encuentro. Era un juego vital. De perder Dodgers dejaría todos los honores en manos de los neoyorkinos.
A partir de la cuarta entrada, sin embargo, las cosas comienzan a cambiar: Fernando se recupera plenamente; toma el control del partido y empieza a colgar cero tras cero, al mismo tiempo que los Dodgers se acercan en el marcador, de manera tal que cuando llega la apertura del noveno capítulo, ya ganan 5-4, ante la euforia de la multitud.
Para el noveno inning, ya Valenzuela luce imponente: saca con relativa facilidad los outs 25 y 26 y se enfrenta a Lou Piniella para el 27. El público está de pie, mientras una lluvia de papelillos de colores cae sobre el campo de juego. Sin inmutarse, Fernando coloca en cuenta de 2-2 a Piniella y el último envío es una curva hacia adentro, que Lou abanica para el out final, ante el estallido de la delirante multitud.
La serie se colocaba 1-2 y ya Valenzuela estaba considerado para el choque final en el Yankee Stadium, lo que no ocurrió a final de cuentas porque Dodgers ganó los tres juegos siguientes y la Serie Mundial, por añadidura.
Fernando estaba listo y dispuesto; pero ya era mucha gloria para su primer año en las Ligas Mayores.
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Julio 4 de 1985.
Los Angeles, California.- Día de la independencia en los Estados Unidos y las barras y las estrellas poblaban el Dodger Stadium. Allá, como pequeños islotes, algunas banderas mexicanas. Y es que lanzaba el “Toro” Valenzuela.
Fue el único juego que me tocó en vivo en Grandes Ligas. Ciertamente lo vi en la Serie del Caribe de 1982 en la ciudad de Hermosillo, cuando blanqueo a los Tigres de Licey y en algunas ocasiones en tales y cuales partidos de la Liga Mexicana del Pacífico. No era fácil: por obvias razones, Valenzuela siempre lanzaba en casa, ya con los Mayos de Navojoa, ya con los Naranjeros de Hermosillo.
-Regálame una gran actuación, amigo Fernando – le pedí desde el fondo de mis pensamientos, acomodado en una fila cercana por rumbos de la tercera almohada, mientras se acercaba la hora del encuentro.
Y Fernando me cumplió.
Limitó en solo dos imparables a los Rojos de Cincinati (Pete Rose, Johny Bench, David Concepción y Joe Morgan, entre otros) y ganó 1-0. La cereza en el pastel: con una línea de hit al jardín central, el “Toro” empujó la única carrera del partido.
Se nos fue un grande entre los grandes del beisbol mexicano.
Descanse en paz.