Sergio Sarmiento
Tres mil militantes acudieron este domingo al World Trade Center de la Ciudad de México a participar en el séptimo consejo nacional extraordinario que renovaría la dirigencia de Morena. Escucharon la carta de despedida del presidente López Obrador, quien prefirió no asistir, leída de manera emotiva por Alfonso Durazo, gobernador de Sonora y presidente del Consejo Nacional, en la que el mandatario advirtió: “No permitan que los antiguos vicios y perversiones de la política florezca en nuestras filas. Eviten la prepotencia, la búsqueda del poder por el poder, la soberbia, la corrupción, el nepotismo y el sectarismo. No roben, no mientan, no traicionen nunca al pueblo”. No hay duda, sin embargo, de que varios de los vicios y perversiones de la vieja política mexicana estuvieron de manifiesto en la reunión.
La todavía secretaria de gobernación, Luis María Alcalde, habló sobre el cambio de guardia: “El 1 de octubre Claudia Sheinbaum, fundadora de Morena, se convertirá en la primera presidenta de México. Yo asumiré la presidencia de Morena, emocionada porque pronto se cumplirá la profecía de Andrés Manuel López Obrador: México tendrá la mejor presidenta del mundo y Morena seguirá su rumbo y se convertirá también en el mejor partido del mundo, ni más ni menos”. Sí, López Obrador ofrece ahora profecías: es un profeta.
Las loas al presidente, con todo y gritos de “¡Es un honor estar con Obrador!”, fluyeron en cascada. Era imposible no ver en la reunión una calca de las que se realizaban en los tiempos del PRI hegemónico, incluido el culto a la personalidad del presidente en turno y su sucesora. La elección de los nuevos dirigentes del partido, Alcalde como presidenta, Andrés Manuel López Beltrán, hijo de AMLO, como secretario de organización, y otros más, se hicieron por voto unánime. Esto solo revela que el nuevo partido hegemónico tiene una estructura tan vertical como el viejo. En las democracias no hay votos unánimes.
La doctora Sheinbaum, que sí asistió al consejo, declaró: “Inicia una nueva etapa para Morena. Me corresponde, como debe ser, pedir licencia el día de hoy como militante de Morena. Seré presidenta constitucional y debo gobernar para todas y todos los mexicanos”. En realidad, no es necesario que un jefe de gobierno renuncie a su partido, pero sí debe gobernar para todos. López Obrador apenas renunció ayer a Morena, pero siempre gobernó como autócrata, sin escuchar las posiciones distintas a las suyas.
Al inaugurar el Centro Cultural Leyes de Reforma en Veracruz este 22 de septiembre el presidente hizo gala de esa supuesta humildad con la que busca ocultar su arrogancia. “No quiero, no quiero ser hombre fuerte, no quiero ser caudillo, no quiero ser jefe máximo, mucho menos cacique, eso no, no”. Es bueno que lo declare, aunque esto no da certeza de que realmente se va a encerrar en su rancho y ya no tomará parte en la política. En los últimos meses cuando la presidenta electa ofrecía diálogo, como en el caso de la reforma judicial, el presidente respondía cerrando las puertas a la discusión. Al final López Obrador hizo aprobar al vapor una reforma sin pies ni cabeza, que no resuelve los problemas de justicia, y que será una pesadilla de administrar. Le tocará a la nueva presidenta resolver estos y muchos otros problemas que le está heredando su mentor, un presidente más preocupado por los golpes de popularidad que por el buen gobierno.
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Es interesante que Alcalde diga que López Obrador ofrece ahora profecías. La idolatría con la que lo tratan sus seguidores es impresionante. Pero ahora que sus seguidores empiezan a verlo como un profeta, quizá valga la pena recordar una frase que se ha atribuido a varios autores: “Nunca profetices, especialmente sobre el futuro”.
Decirle ‘No’
No sé si realmente Andy López Beltrán es ya un contendiente para la Presidencia en el año 2030. De lo que no hay duda es que nadie se atreverá a decirle que no en Morena, el partido fundado por su padre.
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SEP 24 2024