Salvador García Soto
Los cuatro años de “luna de miel” que vivió el presidente López Obrador con la Suprema Corte de Justicia de la Nación se terminaron con la presidencia de Arturo Zaldívar. Ya se sabía que la elección de Norma Piña, como la primera mujer en presidir la Corte había significado un cambio histórico, pero también un cambio radical en la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial; sin embargo, lo que aún no sabían en Palacio Nacional era que ese cambio en realidad sería un vuelco abrupto, porque de una relación cordial y en ocasiones hasta cercana ideológicamente, ahora pasaron a una estrictamente institucional.
Eso quedó muy claro durante la visita de cortesía que esta semana realizaron a la Suprema Corte el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y la consejera Jurídica de la Presidencia, María Estela Ríos González. En su carácter de “enlace” entre el Gobierno de la República y la Presidencia del Poder Judicial, Adán Augusto pidió una cita con la presidenta Norma Lucía Piña, que recibió a los dos enviados del presidente López Obrador en su despacho del Palacio de Justicia.
El operador político del Presidente y la consejera jurídica se presentaron con todas las formalidades y la cortesía y fueron invitados a sentarse en el despacho de la presidenta, de acuerdo con una versión del encuentro que proporcionaron a esta columna fuentes cercanas a los dos poderes. Adán tomó la palabra para decirle a la ministra Piña que, desde el Gobierno de la República querían “tener una buena relación con la Corte, la Judicatura y con todo el Poder Judicial”. Hasta ahí todo iba bien, la ministra presidenta escuchaba con atención y asentía en señal de aprobación.
Pero de pronto el ambiente comenzó a cambiar cuando el secretario de Gobernación habló de “temas y casos sensibles y prioritarios para el gobierno” y comenzó a enumerar algunos de ellos. Al Presidente, dijo, le preocupan algunos asuntos pendientes como la extradición de Ovidio Guzmán, los temas de amparos contra leyes como la energética y algunas otras, y las acciones de inconstitucionalidad contra la Guardia Nacional y la inminente controversia contra las reformas electorales a leyes secundarias.
La presidenta, que escuchaba con atención, interrumpió de pronto al funcionario federal cuando comenzó a explicar su preocupación con el tema de Ovidio Guzmán y su extradición, con el argumento de que “como son casos en los que se maneja mucho dinero” al Gobierno le preocupaba que “pudieran colarse por ahí amparos judiciales”. “¿Ah, me está diciendo que los jueces son corruptos?”, le preguntó la ministra al secretario. “No, no solo digo que pudiera ocurrir”, trató de explicarse Adán Augusto.
Después vino la respuesta de la ministra presidenta que fue directa y contundente: “Bueno, pues todo eso está muy bien, pero aquí, para el Poder Judicial, tenemos otros temas y prioridades”, comenzó diciendo la juzgadora. “No nos parecen las acusaciones y señalamientos sin pruebas de la corrupción en el Poder Judicial. Yo vengo de una carrera judicial, me formé en el Poder Judicial y siempre me molestó mucho que me dieran instrucciones de aquí, de la Corte, así que yo voy a ser respetuosa de la autonomía de los jueces”.
Para ese momento el rostro de los visitantes había cambiado y el ambiente en el despacho se tornaba tenso. Y luego vino el remate de la presidenta de la Corte: “Además yo litigo en los tribunales, no en los medios” y sobre las preocupaciones que había expresado el titular de Segob a nombre del gobierno sobre asuntos y casos específicos, la recomendación de la también presidenta del Consejo de la Judicatura fue simple, pero demoledora: que en el gobierno busquen buenos abogados para defender sus asuntos, si quieren obtener resoluciones favorables.
No habían pasado ni 10 minutos de que empezó la reunión y el silencio indicó que ya no había mucho que agregar. Adán Augusto y la consejera jurídica se levantaron y saludaron cortésmente antes de abandonar el despacho de la ministra presidenta que agradeció, también cortésmente, la visita de los funcionarios del Ejecutivo. Dicen las fuentes que cuando el secretario salía del despacho judicial se le veía con cejas destempladas. Era como si este Adán abandonara el edificio de la Corte igual o más desencajado que su tocayo bíblico cuando lo expulsaron del Paraíso.