Raymundo Riva Palacio
El método no cambia. Cuando alguien no funciona, el presidente Andrés Manuel López Obrador no lo cesa; lo promueve. Ahora le tocó al general Luis Rodríguez Bucio, a quien desde hace semanas quería destituir por los malos resultados en seguridad, y que se salvó únicamente por el apoyo que le dio el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval. Ayer fue nombrado subsecretario de Seguridad, en sustitución de Ricardo Mejía Berdeja, y López Obrador, fiel a su costumbre, mintió al decir ante la gradería que le tenía confianza y que había hecho muy buen trabajo como comandante de la Guardia Nacional.
Su rendimiento es cuestionable. Durante los 50 primeros meses de gobierno, según la consultora TResearch, se habían registrado 144 mil 125 homicidios dolosos, 50 mil 450 más que durante ese periodo en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, y 72 mil 683 que lo alcanzado en el del presidente Felipe Calderón. Y en los 10 primeros días de este año, de acuerdo con el reporte diario preliminar del gobierno, el número de homicidios dolosos por día llegó a 81, convirtiéndose en el mes más letal desde agosto de hace tres años, cuando se registraron 81.4 al día.
La seguridad no es algo que realmente importe a López Obrador, enfocado sólo en la óptica del problema. Se quejaba en Palacio Nacional, pero no lo removió. Lo que parecía haber sido el principio de Peter para el general Rodríguez Bucio, por el desparpajo como toma decisiones el Presidente se convirtió en una plataforma de crecimiento. Además, el nuevo subsecretario representa lo que más odia, al haber trabajado con quien ha utilizado de piñata para acusar prácticamente a Calderón de estar vinculado con el narcotráfico, el secretario de Seguridad Pública en esa administración, Genaro García Luna.
Rodríguez Bucio ha ocultado sistemáticamente esa relación, aprovechando que el Presidente tampoco quiere escuchar de ella, y expurgó todo detalle de ella en su currículum. Sin embargo, desde 1994 colaboró con García Luna, su jefe en el grupo conocido como GAT, que fue un esfuerzo de coordinación institucional que se integró tras una serie de atentados que se consideraron “terroristas” en instalaciones estratégicas del país, y que buscaban colocar bombas en plantas de Pemex, hidroeléctricas, presas y telecomunicaciones.
La creación del GAT se dio en el contexto del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que tuvo como respaldo militar en sus primeros días las acciones del PROCUP –más tarde EPR– de un poderoso coche bomba en Plaza Universidad y el intento de tirar torres eléctricas que abastecían de energía a la Ciudad de México. Pero la preocupación no eran sólo los movimientos armados, sino la posibilidad de que grupos terroristas aprovecharan el contexto de agitación social.
En el GAT se determinó que, para acompañar las tareas de inteligencia y contrainteligencia, se haría seguimiento a políticos para determinar si tenían contacto con guerrillas o terroristas. Ese trabajo de seguimiento permitió descubrir que varios perredistas tenían vínculos con el EZLN y el PROCUP, y también se supo de los movimientos de López Obrador, como dirigente estatal de la oposición en Tabasco, cuyo responsable de darle seguimiento fue precisamente Rodríguez Bucio.
El GAT fue integrado bajo el paraguas del Cisen, cuando Jorge Tello Peón estaba al frente del organismo, llamado actualmente Centro Nacional de Inteligencia, al cual se incorporaron elementos de la hoy Fiscalía General, del gobierno de la Ciudad de México, del gobierno del Estado de México y de las secretarías de la Defensa y la Marina. El GAT tenía reuniones de balance operativo cada semana y estratégicas cada mes, y fue precursor de los grupos de coordinación estatales, llamadas hoy Mesas de Seguridad.
Rodríguez Bucio llegó al Cisen en 1994 como enlace de la Secretaría de la Defensa. Aunque le reportaba al general Javier del Real Magallanes, y éste a su vez al secretario de la Defensa, Enrique Cervantes, recibía instrucciones dentro del GAT del responsable operativo, García Luna.
Rodríguez Bucio había llegado al GAT años antes, como subjefe del Estado Mayor de la Fuerza de Tarea Marte, que combatía el narcotráfico en el Triángulo Dorado, donde convergen Sinaloa, Durango y Chihuahua, en los años donde, paradójicamente, el Cártel de Sinaloa comenzó a fortalecerse y a emerger como una de las organizaciones criminales más importantes del mundo. El general también es uno de los responsables de la planeación del culiacanazo, el 17 de octubre de 2019, uno de los más grandes fracasos militares de su historia.
Años después fue nombrado agregado militar y aéreo en la embajada de México en Alemania, tras un escándalo de infiltración del Cártel de Sinaloa en el Centro de Información Antinarcóticos (CIAN), que dependía de la Secretaría de la Defensa Nacional y estaba a cargo del general Roberto Aguilera Olvera, y él era el segundo de a bordo. Para protegerlos, Aguilera Olvera fue enviado como agregado militar a Argentina, donde le retiraron el grado y le perdonaron procesarlo con la condición de que no hiciera ningún escándalo, y Rodríguez Bucio fue comisionado en Berlín.
A su regreso de Alemania, Rodríguez Bucio se incorporó al Estado Mayor de la Defensa Nacional como jefe fundador del Grupo de Análisis e Información de Narcotráfico (GIAN), que remplazó al CIAN, cuya transformación se dio como un control de daños por la penetración de los hermanos Beltrán Leyva, en ese entonces parte del Cártel de Sinaloa, y desde donde se dieron fugas de información que impidieron la captura de Joaquín el Chapo Guzmán cuando agentes federales lo habían ubicado, y estaban a sólo tres horas a pie de su guarida, en Tamazula, en la sierra de Durango.
El nuevo subsecretario no es alguien nuevo en el combate al crimen organizado, pero eso no significa que haya sido eficiente. Al contrario, pero los resultados no importan en este gobierno y al Presidente le es funcional, en la relación con el general Sandoval, y en la eventual absorción de la Secretaría de Seguridad por parte de la Defensa Nacional.

Por elpiripituchi

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