Sobre el camino
Benjamín Bojórquez Olea.
La confianza hoy en día es muy compleja, cada día es más escasa. Entre buenas y malas gestiones económicas y financieras de gobernantes, los escándalos de corrupción, la velocidad de la información, la desigualdad y divisionismo han causado estragos en la función pública. ¿Pero responden los ciudadanos positivamente a esa mayor transparencia?, ¿les preocupa la forma como son expresados los compromisos del gobierno?, ¿o es el desempeño del gobierno lo único que, en última instancia, marca la diferencia?, ¿qué se puede hacer para revertir esa tendencia inquietante y tejer de nuevo el frágil pacto social? Porque lo importante no es cómo los gobiernos presentan sus compromisos; sino que los cumplan. Cada día es más difícil la tarea de gobernar, lo dijo con sabiduría Leopoldo Sánchez Celis en el mensaje de su último año de gobierno en diciembre de 1968 y cuánta razón tuvo el recio y eficaz cosalteco, reconocido como uno de los mejores gobernadores de Sinaloa de todos los tiempos y desde esa fecha se han visto pasar la seriedad y el orden de Alfredo Valdez Montoya, el liderazgo bravío de Alfonso G. Calderón; el pragmatismo de Antonio Toledo Corro, la fineza visionaria de Francisco Labastida Ochoa, la facilidad parsimoniosa de Renato Vega Alvarado; el talento innato, liderazgo y sapiencia política de Juan S. Millán considerado también uno de los mejores gobernantes que ha tenido Sinaloa; la sobriedad intrínseca y el equilibrio de Jesús Aguilar Padilla; la sensibilidad y el sentido popular de Mario López Valdez, de lo cual comentaremos líneas abajo; el humanismo itinerante de Quirino Ordaz Coppel, que cambió la forma de realizar política, porque no ha habido gobernador que haya carecido de problemas y crisis coyunturales, siniestros, y por último, la pandemia que aún continúa acechándonos, pero todos han podido salir airosos de las situaciones más difíciles. Todos han tenido sensibilidad y tino para gobernar con equipos más o menos competentes. En mi muy particular punto de vista desde que se dio el cambio de poderes en el 2010, Mario López Valdez dimensionó con carácter y altura de miras su gobierno, sin embargo, Malova posee virtudes personales que no pueden dejar de reconocerse. Si bien es cierto que en su equipo sobresalieron el hoy alcalde de Los Mochis, Sinaloa, Gerardo Vargas Landeros, Aarón Rivas Loaiza, Juan Ernesto Millán, el extinto y ex alcalde de “Tierra Santa”, Salvador Alvarado, Carlo Mario Ortiz Sánchez, ante eso Malova les dio el ejemplo de la buena gobernanza. Es de justicia reconocerle al legendario Malova, carácter, capacidad, su rápido aprendizaje, lenguaje verbal y corporal, aguante frente a los múltiples problemas que tuvo que sortear durante sus primeros años de mandato. Le cayeron sequías, heladas, desplome en los precios de los granos, especialmente del maíz; violencia derivada de las acciones del crimen organizado y un sinfín de problemas, más las críticas que tirios y troyanos le hicieron al hombre nacido en Cubiri de la Loma, municipio de Sinaloa. Sabemos que el deporte más generalizado en la política es criticar a los servidores públicos con o sin razón, pero dígase lo que se haya dicho hasta ahora, Mario López Valdez es un hombre de origen muy humilde, forjado en la cultura del esfuerzo, emprendedor y comprometido con las causas de los que menos tienen, con espíritu conciliador. En una palabra, Malova es una persona con más virtudes que defectos, que sabe llamar a las cosas por su nombre, con carácter para gobernar y para poner a cada quien en su sitio.
GOTITAS DE AGUA:
Cuando las circunstancias fueron adversas para él y para Sinaloa, su actitud no dejó de ser alegre y jovial. Eso se lo reconocen amigos y adversarios connotados. Se dice que es y fue admirable el aguante y la serenidad que mostró como gobernante en momentos terribles. Ha tenido sabiduría y tino, además de tener un manejo impecable sustentado de ser un gobernador ciudadano, sin pertenecer a ningún partido político. Hasta la fecha sigue siendo conciliador y no conflictivo, respetuoso, amistoso y cordial. Se manejó con dignidad ante todos los partidos políticos. Todos los dirigentes lo respetaban y lo apoyaban en lo político, en lo económico y financiero para bien de Sinaloa. Los presupuestos federales anuales fueron la mejor prueba de ello en su gobierno, pues con la facilidad de palabra y la unidad política generalizada, Malova y Sinaloa le reconocen su astucia y determinación y eso es una gran ganancia para un ser humano que se forjó muy abajo, batiendo el lodo, luchando y trabajando desde muy niño, sin tintes ni brillos culturales, sin arrogancia, pero con un indomable espíritu de superación que le ha dado los mejores resultados en su vida pública y privada y lo ha llevado a las alturas de haber sido gobernador de Sinaloa, el máximo cargo al que un sinaloense puede aspirar: creo que ese es el Malova que la gente quiere y quiso cuando fue gobernador. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…